Chiapas Elementos del
entorno
La historia de Chiapas
acumula ya varios siglos; sus ciudades prehispánicas antaño formaban en
conjunto, con sus alianzas y disputas, un centro social, político y religioso
donde floreció una de las grandes civilizaciones de la época, la maya. Conforme
el universo indígena comenzó a interconectarse dichas ciudades comenzaron a
formar parte de la periferia mesoamericana, subyugadas ante el esplendor de
Teotihuacán (Aubry: 2005). Ejemplo de rebeldía ante la conquista española,
temporalmente independiente de España y Guatemala, Chiapas se incorporó a
territorio mexicano cuando éste consumó su independencia en 1821 y, sin dejar
nunca de ser centro, comenzó poco a poco a devenir también periferia. Sus
condiciones de atraso con las que normalmente se le identifica no son el simple
resultado de su historia, su cultura y aislamiento sino reflejan también su
lugar en las estructuras de dominación nacional (Gledhill: 2002).
Es conocido que la
región sureste de México posee un alto potencial en recursos naturales que ha
atraído históricamente el interés de empresas nacionales y extranjeras
(Fernández: 2003), mientras que la diversidad y el enraizamiento culturales de
sus pueblos han sido frecuentemente observados como un obstáculo al desarrollo.
El Estado de Chiapas se caracteriza por elevados niveles de marginación y
pobreza; cerca del 80% de la población vive por debajo de la llamada línea de
pobreza (Cartagena et al: 2005). Algunos indicadores muestran que las condiciones generales de la población se encuentran por debajo
del nivel nacional. Las carencias sociales a los que hacen referencia dichos
indicadores abarcan diversos aspectos centrales de la vida de los pobladores;
ellos son el rezago educativo, el acceso restringido a los servicios de salud y
a la seguridad social, la mala calidad de la vivienda, con servicios muy
limitados, y mala alimentación. Todo ello, combinado con la falta de ingresos
económicos suficientes, provoca que el Estado se encuentre en la primera
posición nacional en términos de pobreza y pobreza extrema -78.5% y 38.3%
respectivamente-.
Chiapas es tierra de
tensiones: crecientes polarizaciones han distanciado a los seguidores de los
disidentes del movimiento indígena neozapatista, a los católicos de los
evangelistas, a los indígenas de los blancos; la presencia del ejército, por
otro lado, asegura a algunos e inquieta a otros (Valleverdú: 2005). La
tradición y la modernidad se compaginan en ocasiones y en otras chocan
estrepitosamente. Para una parte importante de la población, su habla es
indígena, sus casas son de madera, sus pisos de tierra y su economía es,
mayoritariamente, de subsistencia. Expulsora de población rural, Chiapas se disputa
tristemente el primer lugar en este rubro (Santacruz de León y Pérez: 2009;
Villafuerte y García 2006)
Tratando de establecer
un mejor vínculo entre tradición y modernidad, se han censado varias
experiencias recientes que podrían ser catalogadas como "exitosas",
es decir, que han logrado un buen desempeño o bien contribuido al logro de
objetivos comunitarios a partir de su incorporación a las estructuras modernas
de mercado. Como ejemplo de ello, podemos citar al Grupo K'Nan Choch –Nuestra
Madre Tierra- que produce papa cruda cortada; este grupo de basa en la
cooperación regional e instalación en circuitos comerciales internacionales. Se
trata de un grupo que reúne a 169 agricultores de la región de Tapachula
(Morales: 2004) y que ha conocido, desde 1998 hasta la actualidad, un avance
significativo. Varios casos están referidos a la producción cafetícola. Así, el
caso del denominado Comercio Justo, entendido como un proyecto que
propicia el establecimiento de nuevas relaciones entre productores del sur y
consumidores del norte para que los pequeños productores agrícolas de países
poco desarrollados puedan acceder con productos de calidad al mercado
internacional, garantizando niveles adecuados de precio a los productores
(Renard: 2008).
El proyecto, conocido como café solidario,
se sustenta en un proyecto alternativo de desarrollo económico, basado en la
defensa de los valores de solidaridad y justicia social, así como los de la
preservación de los patrimonios comunitarios culturales y el respeto a la naturaleza.
El papel jugado por diversas organizaciones no gubernamentales ha sido esencial
en esta nueva perspectiva de desarrollo. Se estima que el 20% de las
exportaciones de café a nivel mundial es producido por comunidades indígenas,
de manera artesanal, "se realiza a través de la fuerza de trabajo
familiar, en donde el trabajo de la mujer tiene una importancia
considerable." (Vargas: 2007: 76).
Los valores
tradicionales son considerados como los principios sociales que regulan la
actividad comunitaria en concordancia con el pasado y la naturaleza. La
producción se sustenta entonces en la colaboración y la solidaridad en
beneficio de la colectividad, incorporando valores y dispositivos modernos como
la democracia, la igualdad de géneros, la tecnología, los mercados
internacionales; ellos lo hacen de manera simultánea con los valores y
creencias tradicionales: "cobran sentido las emociones asociadas a la
satisfacción efímera de las aspiraciones a un orden cósmico de armonía con la
naturaleza, de sabiduría tranquila y entendimiento entre los hombres"
(González, Lynck y Moguel: 2003: 32).
Al papel tradicional de
la mujer en la dinámica familiar se le ha sumado de manera importante el de
mujer trabajadora. Así acontece en el caso del café, pero también en el de las
artesanías (Ramos et al: 2005) y otras áreas de actividad, lo cual ha
incrementado en ocasiones de manera importante su participación activa en la
vida económica, pero también política, de sus comunidades (Ramos: 2004). Sin
embargo, en el terreno estrictamente laboral, un problema, especialmente
importante para las pequeñas empresas de mujeres, es que la producción puede no
ser sostenible. Las mujeres chiapanecas se enfrentan a muchos impedimentos para
ingresar a la vida empresarial, a saber:
"machismo y falta
de reconocimiento social como empresarias; falta de mercados en los que puedan
ofrecer sus productos; carencia de información sobre las tendencias del
mercado, fuentes de créditos, prácticas comerciales y materias primas más
baratas; bajo nivel de educación, monolingüismo y falta de experiencia fuera de
sus aldeas; no ser las dueñas de sus recursos productivos (tierra), y tareas
domésticas que interfieren con su capacidad de aumentar la escala de producción
o de incursionar en otros mercados." (Cunningham y Cos-Montiel: 2001: 7).
La incorporación de la
mujer en tareas económicas, sociales y políticas, distintas a las domésticas,
ha sido muy limitada. Ello se observa de manera mucho más aguda conforme existe
un mayor anclaje tradicional, como acontece en pequeñas localidades. Así, podemos
observar que en las pequeñas localidades, con menos de 1,250 habitantes, sólo
alrededor del 12% de las mujeres se han incorporado a actividades económicas,
mientras que en el caso de localidades con más de 100,000 habitantes, es decir
zonas más urbanas, este porcentaje se incrementa a casi el 40%.
En ese mismo sentido,
se estima que cerca del 84% de los jefes de familia en Chiapas son hombres;
mientras que la población económicamente activa es del 35%, de los cuales el
83% son hombres; sin embargo, en aquellas localidades de más de 100,000
habitantes este último indicador disminuye a 73%, precisamente debido a esta
mayor incorporación de la mujer al mundo laboral. Continuando con la cuestión
de género, se observa también que cerca del 27% de la población de más de tres
años habla alguna lengua indígena; de este grupo el 35% no habla español, y de
este último el 61% son mujeres (CONEVAL: 2012). Además, alrededor de la quinta
parte de la población de más de 15 años -17.80%- es analfabeta; de ella, el
36.47% son hombres y 63.53% son mujeres. (CIEGI: 2010).
Se han reportado
algunos casos de mujeres que han coordinado grupos de artesanos en Chiapas
(Ramos et al: 2005). Estos casos han sido abordados desde perspectivas teóricas
distintas –el habitus de Bourdieu y el actor-redde
Callon, entre otros-. De acuerdo con dichos planteamientos, las mujeres
alcanzan la posición de líderes cuando logran convertirse en vínculos –aún
incluso débiles- entre redes densas constituidas por prácticas similares,
logrando establecer relaciones entre diferentes redes. El prestigio logrado en
redes externas refuerza el reconocimiento interno. Por otro lado, la capacidad
de estas mujeres para alcanzar objetivos concretos, como el beneficio económico
y el mismo prestigio, participa de la construcción de dicho liderazgo. Los
casos estudiados por estos autores señalan que, salvo un caso, estas mujeres
viven solas, tienen una escolaridad primaria –incompleta-, saben leer y
escribir en español y poseen un teléfono celular. Todas ellas poseen, además,
familias extensas sobre las que recae una parte importante de las labores
domésticas. El desarrollo de nuevos diseños, la búsqueda de calidad, el respeto
a los tiempos de entrega y el manejo correcto del papeleo, entre otros, todos
ellos signos de la modernidad, son elementos que acompañan los rasgos de este
tipo de liderazgo femenino.
Finalmente, es
importante señalar que, de acuerdo con datos de Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática (2012), el Estado de Chiapas emplea el
2.7% de su población económicamente activa en la agricultura y la pesca, el
11.7% en la industria manufacturera, el 42.6% en el comercio y, entre otros, el
24.6% en servicios no financieros. En este último rubro están incluidos los
restaurantes. Se estima que Chiapas cuenta con 1,345 restaurantes, lo que
representa el 4.5% del total nacional, ocupando el quinto lugar en la lista nacional
con mayor establecimientos de este tipo.
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